Hoy, primero de enero, siento como hace frio por fuera y siento hielo en mi corazón, mientras que de mis ojos caen gotas de profundo vacío y tristeza. ¡Si, vacío! Un gran vacío que me dejó el pedazo de lápida gris y sin vida que me arrebató aquello que me dio vida, ese ser que amé y por el cual yo quisiera estar ahí y no él, pero eso es lo que más me duele, ¡que solo pueda quererlo y no verlo! ¡Eso es en lo que todo el tiempo estoy pensando! ese pensamiento que carcome mis entrañas y que hace mucho rato acabó con mi corazón y supongo que muy pronto conmigo, ya solo quedan mis lágrimas, esas gotas de sal que me parecen infinitas. Dentro de mí solo abunda un inmenso océano que necesita fluir por algún lado, así sea por mis ojos. Mis ojos que ya casi no pueden ver de lo adoloridos y cansados que están de la necesidad de vaciar ese infinito océano. De repente, comienzo a sentir más y más frio, como agua helada, pero esta vez no es de mis ojos, entonces los abro y me encuentro con aquella imagen que todo el tiempo persiste en mí, esa lápida gris y sin sentido que me hace estar, así con vida, aunque no vivo. Observo como por ella comienzan a bajar gotas de agua que se hacen más y más intensas, ya no solo en la lápida si no en mí y todo lo que me rodea, produciendo lo que antes para mí era como una necesidad de huir, pero esta vez ya es solo agua a la cual ya estoy acostumbrada y que sale constantemente por mis ya dos pequeños e hinchados ojos.
¡Es que no puedo con tanto dolor, Dios mío! No logro entender cómo de esa lápida siempre que la leo y la releo no se borra ese nombre. ¿Por qué para mí las otras lápidas que veo son solo letras? Pero, aun así, persiste en mi la inocente necesidad de que esta va a ser la excepción.
No puedo más en este momento. Hace un año que te fuiste y aún sigo aquí igual que el primer día en que viniste a parar en este sitio, donde debajo de toda esta tierra viva habitan restos de lo que algún día fue vida, que tuvieron historias, unas largas y otras cortas, que sintieron, pero ya no. Lo que más me duele, es que quien un día lo era todo para mí, hoy hace parte de esos restos muertos y desechados bajo esta estéril y lívida tierra. Pero tengo que comenzar a aceptarlo por mucho que me duela, por mucho que sienta como se clavan en mí ¡miles de cuchillos! Y caen sobre mí, montones de tierra que hacen que mis pasos de ahora en adelante sean más pesados y débiles. Hoy será el último día que venga a visitarte, ya que me iré muy lejos, pero esta vez no como tú, dejaré de este estilo de vida, donde todos los días mi estancia es aquí al lado tuyo, frente a tu lápida, acompañada por la tierra y las mustias hierbas, que son lo único que sigue con vida aquí aparte de mí.
¡Lo siento! Pero es lo que tengo que hacer, no te lo he contado, pero este modo de vida me está conduciendo a un abismo en donde la única salida es volver al comienzo. Ese comienzo que es desde cero, ya que no puedo más, mi cuerpo no resiste seguir cayendo por ese oscuro e infinito abismo donde cada día soy solo un cuerpo andante y nada más ¡Perdóname, te lo suplico! Y te prometo, que nunca te olvidare, que nunca olvidaré tus labios, tus ojos, tus cejas, tu pelo, tu sonrisa, tu cuerpo. Cada detalle de tu cuerpo y rostro, no lo olvidaré y mucho menos lo que viví contigo y la profunda y gran huella que dejaste en mí para siempre. Sé que la única que llorará este gran vacío soy yo, pero qué más da, ya estoy acostumbrada así como me acostumbraré a estar sin tu presencia y seguir constantemente en mi mente tu recuerdo y en mi corazón las punzadas, como sangre derramada por este inmenso dolor que, luego se convierten en gotas amargas que salen por mis ojos, sabiendo que cada gota que cae por mi rostro y luego a tu lápida, es un beso, un abrazo, una sonrisa, una caricia que te dejo, sabiendo que cada vez que cierro los ojos y sonrío con mi rostro empapado en llanto, es cuando siento que estas al lado mí, que me vuelves a abrazar, a besar, a acariciar, pero cuando los vuelvo a abrir, me encuentro con que te esfumas de mí otra vez y ya no puedo, no puedo seguir abriendo mis ojos para ver solo tu lápida. Por eso, aprecio estos últimos momentos aquí enfrente tuyo, ya que una vez que me vaya, lo siento amor mío, pero no sé si pueda volver y si lo haré será en mucho tiempo. Sé que lo superaré, tú me ayudarás, tu recuerdo lo hará. Entonces ¡adiós! adiós amor, te dejo descansar y seguir volando lejos de mí, no sé a dónde, pero supongo que tu hermoso ser está volando y en este momento me está rodeando, así que mejor me levanto, cierro los ojos y me acerco a tu lápida fría y muerta, para poder depositar un beso lleno de amor y aceptación y te dejo mi última caricia sobre la hierba. Ahora si comienzo a caminar, ¡caminar!, donde cada paso es más pesado y doloroso, donde mi mente me pide que vuelva, que me necesitas, pero luego otra parte de mí dice que no, no puedo y no lo voy a hacer, seguiré dando pasos y más pasos por el resto de mi vida para dejarte descansar y también descansar yo. Ahora volteo a ver por última vez y ya no veo tu lápida, no sé por qué, pero se me escapa un suspiro y una corta sonrisa, porque algo en mí dice que me seguirás acompañando y que este no es un adiós, sino un hasta luego, algo me dice que esto es lo mejor y si ya nací una vez y estuve a punto de morir, podré renacer. Lo sé, y por ello volteo para alejarme de la muerte y acercarme al mundo de los vivos.
Por: Alexandra Serrato 11°A
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