Tan enamorados de estas tierras amazónicas, llegaron mis abuelos a una vereda de Belén de los Andaquies; mi abuela, una mujer enamorada de las enseñanzas y las flores y mi abuelo, un hombre encantado por sus animales y frutas, tuvieron una hermosa bebe, con sus pequeños huequitos y sus mejillas sonrojadas, una niña que desde pequeña quiso seguir los pasos de madre (Profesora).
Como una hermosa mariposa en los campos e igual que un pequeño ratón travieso, empezó a aprender de sus errores y a reconocer sus victorias. Detrás de ese pequeño ratón, había una dulzura que empezó a compartir con sus tres hermanos.
Al pasar los años, empezó sus estudios en una escuelita cerca de su vereda, y aunque no era muy fanática de montar a caballo, siempre llegaba con una nueva sonrisa y enseñanza. Su dedicación y amor por el estudio hizo que la enviaran a un internado en la ciudad de Florencia, donde tuvo tantas victorias como algunas derrotas.
Cuando iba a terminar la universidad, la flechó su profesor de sociales, un hombre que se enamoró de su bello cabello, tan negro como la hermosa noche y sus hermosos ojos cafés como dos dulces chocolates cuando están preparándose. Después de casarse, tuvieron una linda bebe, tan gordita como un peluche y dormilona como un oso perezoso, una niña no tan reconocida por su desempeño académico, pero si por su bondad con los demás. Después de tres años murió mi abuela, pues sufría una grave enfermedad, una noticia muy dura para esa tierna estrella, pero siguió adelante y no dejo que la tristeza la detuviera. Seis años después de la muerte de mi abuela, nació su segunda hija, con sus mejillas sonrojadas, su poco pelo y dulzura, continuó iluminando su hogar. Estas dos hermanas peleaban demasiado, pero ese hermoso ángel las calmaba con su dulce voz.
Ella siempre tuvo un carácter fuerte, pero cuando enseña, juega y disfruta con sus hijas, forma con sus hermosos dientes color perla la sonrisa más linda del mundo; y pues claro, que no podemos olvidar que es demasiado despistada y olvidadiza como el Chavo del ocho, pero cuando la llaman a jugar baloncesto, nunca se le olvida, pues le encanta correr y saltar como una liebre y creo que nunca lo va a dejar de hacer. También es muy directa hacia las demás personas y jamás le ha gustado que la contradigan, pero le encanta contradecir.
Esta es mi madre, la mujer que me trajo a la vida para formarme como una gran niña, la mujer que nos quiere por igual y como somos, a pesar de nuestros defectos, la mujer que jamás nos va a abandonar, la que me quiere y que me ha enseñado a valorar y a valorarme, quien nos aconseja desde sus experiencias de vida, mi ejemplo y modelo a seguir.
Y aunque tengo pocos años de vida, ella siempre será mi dulce compañía
Por: Ana Isabel Espinosa Paredes
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